miércoles, 11 de marzo de 2015

Buen Conocimiento, Necesidades Humanas y Principios de Vida - Javier Zorrilla.

Publicado en Pressenza.

Buen conocimiento, Necesidades humanas y Principios de vida

04.03.2015 Redacción Perú
Buen conocimiento, Necesidades humanas y Principios de vida
(Imagen de Centro Mundial de Estudios Humanistas)
Campaña del Centro Mundial de Estudios Humanistas
Por: Javier Zorrilla Eguren – Centro de Estudios Humanistas Nueva Civilización, Lima – Perú
El buen conocimiento es aquel saber que nos permite superar el sufrimiento. Afortunadamente, contamos con una mirada interna que no solo detecta lo que nos hace sufrir, sino que también reconoce aquello que nos trae felicidad. Todo lo que pensamos, sentimos y hacemos deja en nuestro interior sensaciones gratas o ingratas, unitivas o contradictorias. Esta experiencia es intersubjetiva: el otro existe en mí y yo existo en el otro. Lo que hagamos, bueno o malo, se sentirá en el interior de ambos, pero además afectará al mundo que compartimos, yendo a favor o en contra de la vida. Esta, la vida, no es informe. Puede expandirse o contraerse, mejorar o empeorar. Y, como todo, tiene su estructura, su dinámica, su razón y su sentido: Este es el fundamento que nos permite ensayar una reflexión sobre el buen conocimiento que reúna los principios de acción válida del Nuevo Humanismo [i] y las necesidades humanas, desde el punto de vista de una ética vital que nos ayude a superar el sufrimiento.
Necesidad de libertad. Cuando el actuar libre se ve frenado por inhibiciones, compulsiones, represiones, opresiones y demás violencias personales o sociales, sentimos abatimiento. El buen conocimiento reconoce que el temor paraliza la libre iniciativa o que la culpa envenena el placer de vivir. Por el contrario, cuando me imagino libre y actúo desde ese paisaje experimento alegría, entusiasmo, espontaneidad. La libertad se acompaña bien con una actitud lúdica que se aleja de la rigidez y la solemnidad propias de los sistemas cerrados, autoritarios, fundamentalistas, pretendidamente atemporales, únicos y absolutos. Una clave está en no causarle problemas a los demás: “Cuando perjudicas a los demás quedas encadenado. Pero si no perjudicas a otros puedes hacer cuanto quieras con libertad” [ii]Y la otra clave está en aprender a disfrutar de la vida sin culpa: “Si persigues el placer te encadenas al sufrimiento, pero en tanto no perjudiques tu salud, goza sin inhibición cuando la oportunidad se presente” [iii].
Necesidad de un sentido trascendente de vida. Al no resolver bien esta necesidad experimentamos desorientación, desmotivación, aburrimiento, depresión o indiferencia. Es fundamental encontrar un cabal sentido de vida que nos impulse más allá de todo aparente límite. Necesitamos una misión, un proyecto, una visión que nos ponga en marcha en un proceso de superación constante. No es buen conocimiento imaginar a la muerte como un hecho que nos arroja definitivamente al abismo de la Nada. Esto cierra el futuro y produce sufrimiento. Por alguna razón, los pueblos, desde siempre, han afirmado la posibilidad de la trascendencia. Lo mismo relatan los que pudieron ser salvados y retornaron tras su muerte clínica. Ahora, científicos connotados hablan de pos-materialismo, uniendo la mente a la materia. El futuro vuelve a quedar abierto al irse superando la ilusión de la mortalidad y de explorar la posibilidad de la trascendencia: “Los actos contradictorios o unitivos se acumulan en ti. Si repites tus actos de unidad interna, ya nada podrá detenerte” [iv].
Necesidad de energía y acción. Debilidad, conformismo, inseguridad, descreimiento, son registros que nos asaltan en la vida cotidiana. Deviene imprescindible transformar los registros desalentadores en experiencias de decisión, fuerza, rebelión y fe. No queda otra alternativa que levantarse y disponerse a vencer los obstáculos que aparezcan, pero ninguna necesidad opera por sí sola: “Las cosas marchan bien cuando marchan en conjunto, no aisladamente” [v]Sin libertad y sin un proyecto vital lleno de imágenes atractivas y sugerentes es muy difícil aumentar la corriente de energía interna. El buen conocimiento puede recurrir a la no violencia activacomo método, actitud y moral de lucha que eleva y potencia las ganas de vivir.
Necesidad de aprender sin límitesA pesar del famoso “solo sé que nada sé” y del “conócete a ti mismo”, cuesta reconocer nuestra ignorancia sobre las cosas y sobre nosotros mismos. Por lo general improvisamos o hacemos las cosas solo por hacerlas, y por ello solemos cometer los mismos errores. El “radar interno” que detecta el buen conocimiento requiere de una actitud atenta y una vocación de estudio para funcionar bien:“Resolverás tus conflictos cuando los entiendas en su última raíz, no cuando quieras resolverlos” [vi].
Necesidad de coherencia. El buen conocimiento reconoce la incoherencia en el cinismo, en el incumplimiento del acuerdo con uno mismo y los demás. Pienso o siento una cosa, y hago otra. La incoherencia es una forma de la traición: “Todo acto contradictorio que por cualquier circunstancia hayas efectuado en tu vida tiene un inequívoco sabor de violencia interna y de traición a ti mismo” [vii]Cuando se actúa con coherencia, el registro de unidad interna logra brillar con la suavidad de una perla en el fondo claro y fresco de un lecho marino.
Necesidad de paz y meditación. Cuando vivimos en el agotamiento, la alteración, el aturdimiento, es porque el miedo al vacío interno impide toda tranquilidad. No puedo ser plenamente feliz sin abrevar de esa paz de fondo en la que se despeja todo temor de nuestro ser. Nuestra mirada interna, como la de los grandes místicos,puede llegar a detectar una quietud dinámica, una sabia luz que dialoga, una ceguera que ve, pero vivimos a la carrera y en fuga, olvidando aquello profundo que nos sustenta. Vivimos en un pánico encubierto por adicciones: al trabajo, a la pareja, al juego, a lo que sea. Todo se vuelve una droga, una compulsión y un olvido. El buen conocimiento es compatible con el descanso, la intimidad, el sosiego, el silencio. Retirarse, recogerse, meditar, puede lograr aquella paz profunda en la que brota ese buen conocimiento que nos sacará de la dependencia: “Aquí se habla de la revelación interior a la que llega todo aquel que medita en humilde búsqueda” [viii].
Necesidad de amar la vida y unirse con el universo. Sufrimos cuando nos sentimos separados, no solo de los seres queridos, sino también de la naturaleza, del universo y de la vida. En momentos así uno puede resentirse, desatender(se), abandonar(se), degradar(se), odiar(se), marginar(se). Al final se puede experimentar una gran soledad. El temor a la soledad es hondo y lleva al ser humano a una desesperada compensación: Quiere por todos los medios poseer aquello a lo cual se siente unido para asegurarse que no se va a ir jamás de su lado. La dependencia por el temor a encontrase solo y desvalido no se supera siguiendo el camino de la falsa autonomía, en esa pretensión de auto-suficiencia, en la que los demás se vuelven cosas para desechar, utilizar o consumir. En realidad, y aunque parezca difícil, se trata de una intención que pone el foco en amar con libertad, sin posesión ni egoísmo, todo aquello que uno piensa, siente, quiere, dice o hace: “Ama la realidad que construyes y ni aun la muerte detendrá tu vuelo” [ix].
La necesidad de solidaridad. Sin los demás, la vida humana es imposible. El individuo aislado es una abstracción, la pura colectividad también. Vivimos con otros, de otros y para otros, desde nuestro nacimiento hasta nuestro aparente fin. La mirada interna reconoce fácilmente la realización de esta necesidad en las experiencias de amistad, apertura, calidez, cercanía, trabajo conjunto, respeto, reciprocidad y horizontalidad. Estos registros se ubican en el horizonte de la fraternidad. Corresponde al principio de vida compartido por múltiples culturas: “Cuando tratas a los demás como quieres que te traten, te liberas” [x]. La subestimación y el desprecio por otros no solo afecta a la relación interpersonal, también se verifica (¡y de qué manera!) entre naciones y culturas.
Síntesis. El buen conocimiento transforma el sufrimiento en felicidad. Se trata de un aprendizaje permanente que va resolviendo en proceso y en conjunto las necesidades de libertad, sentido, fuerza, coherencia, meditación, solidaridad y amor por la naturaleza, al cuerpo, a la humanidad y al espíritu. El buen conocimientose puede reconocer porque cuando se avanza en él, tenemos registros profundos de reconciliación, fortalecimiento, sabiduría y dirección. Los principios de acción válida son una gran ayuda para resolver mejor las necesidades humanas y cumplir bien con la misión de Humanizar la tierra.
[i] Los principios de acción válida pueden interpretarse como estrategias de conducta superadoras del sufrimiento y favorables a la vida.
[ii] Silo, La mirada interna, Cap. XIIIen Humanizar la Tierra.
[iii] Ibíd.
[iv] Ibíd.
[v] Ibíd.
[vi] Ibíd.
[vii] El Paisaje Interno: capítulo IX
[viii] La mirada Interna: Cap. I
[ix] El paisaje interno: Cap. VII
[x] La mirada interna, Cap. XIII

lunes, 26 de enero de 2015

Publicado en Pressenza.


Se inicia nueva campaña del CEHUM: El Buen Conocimiento

25.01.2015 Redacción Perú
Se inicia nueva campaña del CEHUM: El Buen Conocimiento
(Imagen de Arturo Alvarez)
Una nueva campaña se inicia a nivel internacional: la Campaña del Buen Conocimiento, emprendida por el Centro Mundial de Estudios Humanistas, que promete poner en perspectiva y rescatar el “Buen Conocimiento” logrado por la humanidad, no solo a nivel social, sino también a nivel personal… ¿Es esto posible? Cuatro de sus integrantes en Perú – Walter Chung, Javier Zorrilla, César Huapaya y Erika Vicente – nos cuentan los pormenores de dicha cruzada que en breve se inicia con actividades “irreverentes” para el actual sistema.
El Buen Conocimiento… en el reino del mal conocimiento
Pressenza: El Centro de Estudios Humanistas está preparando una campaña anual denominada El Buen Conocimiento. ¿Por qué hacer una campaña sobre este tema?
CEH: El Centro de Estudios Humanistas tiene por objetivo difundir la filosofía del Nuevo Humanismo y llevar ese pensamiento a distintos campos del saber. En el IV Simposio Internacional realizado en Santiago de Chile e Italia, se decidió para este año poner como tema de reflexión la dirección que lleva actualmente el saber humano. En un tiempo en que hay tanta crisis nos parece muy importante reflexionar sobre el conocimiento y su aplicación. Por eso, en este momento lanzamos la campaña sobre el Buen Conocimiento.
P: ¿Cuánto tiempo durará la campaña?
CEH: Varios meses, de repente un año. Es una campaña que se está coordinando también con otros Centros de Estudios Humanistas en Latinoamérica y Europa, principalmente. Y bueno… ¿Por qué el “Buen Conocimiento”? Porque hay un mal conocimiento. Éste es el que lleva al desequilibrio ecológico del planeta, el que crea conflictividad social, el que hace que la gente no se una en torno a proyectos comunes que favorezcan la felicidad, la libertad y el desarrollo humano. Hay mil formas de mal conocimiento en todos los campos. Solo para mencionar uno: el mal conocimiento de ciertos medios de comunicación que manipulan y desinforman a la opinión pública.
P: El escritor Ernesto De Casas señala tres aspectos: el buen pensar, el buen decir y el buen actuar. ¿Son esos los ejes de la campaña?
CEH: El Buen Conocimiento para nosotros es lo que hace la felicidad, el que crea e inaugura la felicidad en ti y en los otros. Si lo que haces te produce contradicción, tristeza, no lo hagas; y si lo que vas a hacer va a producir sufrimiento a los demás, tampoco lo hagas. Con eso estás ocasionando que el conocimiento tenga una mala dirección, porque todos aspiramos a la felicidad. Si el conocimiento no contribuye a la felicidad ¿qué sentido puede tener? El Buen Conocimiento está en todo aquello que piensas, sientes y haces, y que te ha servido para ser feliz. Es un caudal en constante creación, y lo ha creado la humanidad a lo largo de su historia. Desde las culturas más antiguas hay producción de Buen Conocimiento, aquel que libera de las condiciones que generan opresión y violencia, porque eso no es lo que quiere el ser humano. Hay una conciencia de sí en el Buen Conocimiento. Tú tienes que darte cuenta cuando el mal conocimiento está operando en tu mente.
P: ¿Y cómo logra darse cuenta el ser humano?
CEH: Con conciencia de sí, y porque estableces una intención en la dirección de tu vida. O sea, no es una cosa mecánica, que está dada; tú tienes que construirla, nadie lo puede hacer por ti.
P: El ser humano tal como está hoy, inmerso en un mundo de caos y donde el dinero prima, ¿está en capacidad de generar Buen Conocimiento?
CEH: Lo más importante es intencionar hacia ese objetivo, ahí está la clave. Siempre habrá varios caminos: el que me atrae, el que me jala y no puedo evitarlo, etc. Pero es importante tener la certeza que si lo busco, encontraré aquel camino que me conduce al Buen Conocimiento. Las respuestas están en nuestro interior. Es cierto que no tendré el cien por ciento de todo lo que quiero cambiar, pero vale la intención.
P: Eso sucede en las personas que están en búsqueda. Pero, ¿qué pasa con las personas que están atrapadas en el sistema, en el día a día, en priorizar lo urgente?
CEH: No lo sé, dependerá de ellos. Lo importante es que sepamos que cada cosa que queramos con fuerza, realmente la podemos lograr. Una forma importante de este pensamiento es que propiciamos la transformación personal en función de la transformación social, considerando al resto y el impacto de los propios actos hacia los demás. Entonces, el Buen Conocimiento lleva también ese marco. Una aplicación práctica, por ejemplo, es la famosa Ley del Régimen Laboral Juvenil o “Ley Pulpín”. Hay gente del gobierno que está tratando de facilitar el movimiento de la economía. ¿Pero hacia dónde la dirige? ¿Están poniendo a la gente como valor central o están priorizando un crecimiento del capital a costa de los derechos laborales? Entonces, a veces es difícil encontrar las líneas divisorias. Con esta campaña queremos que se reflexione dónde hace uno el cambio de mirada, hacia dónde uno apuesta.
P: Si el norte es la felicidad, entonces, ¿la gente que vive en función del dinero y son “felices”, están bien?
CEH: Bueno, hay que ver si son felices, o creen que son felices. Porque hay cantidad innumerable de ejemplos de gente adinerada que es sumamente desdichada, que están muertos de miedo. ¿Tú crees que puedes ser feliz temiendo que te persigan, te secuestren, te roben, se metan en tu residencia, quiebre la compañía? No puedes ser feliz en una isla de riqueza viviendo en un mar de miseria. El mar de miserias te va a lanzar su tsunami en algún momento. Por ahí no va el asunto.
P: El hombre de a pie, que también está sumergido en el círculo vicioso del dinero, trabajando para poder sobrevivir, igualmente es infeliz… ¿Pero se da cuenta, o no?
CEH: Yo creo que sí, que todos nos damos cuenta, porque cuando tú haces un acto, tu conciencia inmediatamente te da registro de lo que ese acto deja en ti. Si éste provoca sufrimiento entonces estás aplicando un mal conocimiento; y el Buen Conocimiento, por el contrario, es liberador. Si hablamos de nuestra historia y su raíz andina, la reciprocidad, la ayuda mutua; todas son instituciones que de alguna manera hacen florecer el Buen Conocimiento. Podemos hablar también de otra visión del mundo, en donde lo que opera es laley del embudo: “ancho para mí, y angosto para los demás”. Hay crisis porque el mal conocimiento reina. Entonces, ¿cómo no hacer una campaña del Buen Conocimiento, frente a un mal conocimiento que es abusivo? Ese es más o menos el fundamento.
P: Y en el Perú, ¿cómo va a ser la campaña? ¿Qué actividades van a realizarse?
CEH: La campaña se va a nutrir de muchas actividades, algunas muy puntuales, pero en realidad debe estar en todo nuestro accionar. Cuando quiero interiorizar el Buen Conocimiento, me veo en momentos en los que justamente debo tomar decisiones. En esos momentos siempre hay que sopesar una serie de aspectos, y allí es donde el Buen Conocimiento me va a permitir decidir por una acción válida, que pueda permitirme, a mí o a otros, crecer como seres humanos. Las actividades que realizaremos implican un programa de autoconocimiento, como parte de un programa mayor que es de Autoliberación. Vamos hacer una publicación con todas las ponencias que hemos realizado en el 2014, más aquellas que se presentaron en el simposio que organizamos en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Tenemos un curso de orientación vocacional para niños de quinto de media para los colegios públicos que lo soliciten; además hay cursos de no-violencia activa; vamos a hacer conferencias mensuales, la primera la tenemos programada para febrero, y allí vamos a convocar a otros grupos para que se incorporen a la campaña. Esas son las principales actividades. Lo que queremos es poner en cuestionamiento a las distintas instituciones para promover una reflexión y, a partir de ahí, se vayan dando respuestas. Esperamos hacer contacto con universidades para invitarlas a adherir a esta campaña y discutir en sus foros, en sus facultades, acerca del Buen Conocimiento.
P: En la Declaración del Buen Conocimiento realizada en el Simposio del año pasado se hablaba de la diversidad del conocimiento, y se decía que se debía evitar la homogenización y promover la diversidad del conocimiento, rescatarlo. ¿En qué consistiría esta acción?
CEH: Bueno, es lo que se refiere a las miradas. Cada uno vive una realidad diferente y tiene un proceso diferente, y entonces el Buen Conocimiento se puede nutrir de los diferentes aportes provenientes de la diversidad personal y cultural. Es un conocimiento que es diverso, pero también es universal. Por ejemplo, el Buen Conocimiento en la política, ¿cuál sería? Aquí es donde se plasma muchas veces la diversidad de intereses, conflictos y todo lo demás… Lo estamos viendo desde el Humanismo Universalista: el Buen Conocimiento es el que proviene de una democracia directa e informada, para que los grupos humanos expresen su opinión, con información, escuchando las distintas opiniones sobre el mismo problema que se trata de resolver, de tal manera que el ciudadano común escucha a los señores que tienen las posturas A, B, C, y luego decide en función de lo que él cree que le va a ser más beneficioso. Pero no haces Buen Conocimiento si tú no lo democratizas y no lo construyes con el aporte de todos, por ejemplo, a través de la tecnología que ahora permite tomar decisiones en tiempo real… ¿Por qué no producir un conocimiento de ese tipo? ¿Por qué monopolizar el conocimiento?
P: ¿Es cierto que la globalización se “comió” a otras culturas como los pueblos indígenas, por ejemplo?
CEH: Mira, yo te diría que no es tan fácil “comerse” a las culturas. Éstas tienen una profundidad histórica, y en la conciencia de cada uno de los integrantes hay una suerte de fondo donde esta cultura vive; es como un radar que te permite seleccionar los estímulos del mundo. De tal manera, que muchas veces la gente hace como que se interesa, pero en realidad no se interesa. Yo creo que una espiritualidad no la destruyes tan fácilmente. Y eso lo estamos viendo ahora. Mira los choques que hay con el Islam, mira los choques que hemos tenido acá en el Perú entre la costa y la sierra, aparentemente entre lo occidental y lo andino; entonces si algo aparentemente se perdió, se puede sincretizar y así pervivir. Cada miembro de cada cultura que participa en la campaña tendrá que recordar el Buen Conocimiento de él, y lo dará como aporte a los demás, en la diversidad. Cada grupo humano y cada persona aportarán aquello que le sirvió. Se trata de rescatar y alimentar entre todos un patrimonio universal.
P: Otro de los aspectos que se menciona en la Declaración es que el Buen Conocimiento contribuye a la superación del dolor y sufrimiento. ¿De qué manera?
CEH: Regresemos un poco a los objetivos de la campaña, es decir, llevar adelante este pensamiento humanista. Parte de lo que plantea el Nuevo Humanismo es interpretar al ser humano en su búsqueda de superar el dolor y sufrimiento. Cualquier persona busca superar eso; lo que pasa es que lo hace un poco a su manera, como buenamente puede. Las distintas culturas han enrumbado el camino de diversas maneras. Primero está el tema de caer en cuenta de lo que a uno le pasa, cómo es que se produce esa situación dolorosa, y lo que se hace es reflexionar sobre la calidad de esa condición. Por ejemplo, el sufrimiento es una buena señal de que estoy tomando decisiones equivocadas, al igual que el dolor te da una buena señal de que a tu cuerpo le está pasando algo, que está siendo atacado por algo y lo debieras atender; en ese sentido el sufrimiento es una buena señal. A lo mejor, reflexionando sobre ello, uno puede caer en cuenta de que en realidad es muy fácil superar esa tremenda barrera que se vive en lo personal y social.
P: De otro lado, también se menciona una frase que dice: “Reconoce a la humanidad en el otro”. ¿Habla esto sobre la regla de oro: “Trata a los demás como quieres ser tratado”?
CEH: Bueno, si no reconoces la humanidad en el otro, ¿cómo lo vas a tratar como un ser humano? Lo vas a convertir en un objeto, como está pasando hoy en día. Y es bien gracioso porque de eso surgen distintas formas que aparentemente son muy “aceptables”. Por ejemplo, se habla del “factor humano”, como si fuera un factor más de otros factores; se habla del “capital humano” como si fuera una cosa semejante al dinero… En el lenguaje te puedes dar cuenta cómo muchas veces se está deshumanizando a lo humano; y lo humano vive en tu interior, es una fuerza enorme que hace a tu dignidad. Cuando a ti te explotan, te tratan como un objeto. Por eso el capitalismo es esencialmente un sistema cosificador, porque todo lo calcula en términos de pérdida o ganancia de dinero, no en términos de pérdida o ganancia para el ser humano, o del equilibrio social o ecológico del planeta. En esencia, no prioriza al ser humano como valor central, porque su eje es el dinero. Es un sistema burdo, elemental, que, en lugar de la reciprocidad, aplica sistemáticamente la “ley del embudo”. De ahí brota toda la monstruosidad que estamos viendo en el planeta. Además de esto, no solo se trata de mirar humanamente al otro, sino también mirarse humanamente a uno mismo.
P: Finalmente, ¿será fácil o difícil llevar a cabo una campaña del Buen Conocimiento en el contexto del que hemos hablado, en un mundo donde se pierde la perspectiva, donde no se valora al ser humano?
CEH: Yo creo que no va a ser difícil, porque cada vez más entendemos que este sistema nos está llevando a un modo de vida que no queremos; va a ser interesante poner en el tapete estos temas que tienen que ver con la felicidad de la gente, porque a la gente no le gusta sufrir. La gente está buscando la felicidad, de repente de un modo que no funciona, pero todos estamos buscando algo y yo creo que cada vez la gente está más clara que, por donde va, no la está encontrando. Entonces, esta campaña saca a la luz este conocimiento que hace feliz al ser humano. Creo que en todos los campos se puede llevar a cabo; los periodistas con el Buen Conocimiento en los medios; el Buen Conocimiento en la medicina, en la universidad; el Buen Conocimiento ancestral, el tradicional, que de hecho todos disfrutamos ahora y que a veces no lo reconocemos… Va a ser muy interesante.
De otro lado, la gente también tiene cada vez más claro lo que conviene a los pueblos. Lo que pasa es que todavía no ha habido acceso al poder. Pero mientras tanto vamos hacer nuestro aporte para introducir estos temas en el entorno psicosocial, en lo que habla la gente. Y ojalá se hable más de estas cosas en el día a día.
Yo creo que es muy grato recordar los momentos vividos en los que uno fue feliz, y rescatar de ahí esa sabiduría. De eso se trata. ¿Qué conocimiento te hizo muy feliz? Eso es parte de la campaña.
En muchos sentidos va a ser fácil, está todo allí para hacerlo, todas las condiciones. Es el momento de hacer aflorar estos conceptos que nos pueden llevar a ese Buen Conocimiento. De pronto van a haber resistencias, pero creo que es ahí precisamente donde debemos perseverar y más bien impulsarnos a seguir tratando de llevar el tema, porque no se trata de decir: “Mira, este es el Buen Conocimiento…”; sino al contrario, tratar de que cada uno de nosotros pueda encontrarlo, porque no solamente está en las leyes universales, sino que está en cada uno de nosotros… A veces está escondido, pero en la medida que nos demos cuenta, saldrán las respuestas, y las vamos a buscar con mayor ahínco, las vamos a poder reconocer también, y eso requiere intención. Pero está allí. A veces uno busca el conocimiento afuera, pero el más profundo, está adentro de uno.

Publicado en Pressenza.

Ciencia, creencia, sentido y cosificación

27.01.2015 Redacción Perú
Ciencia, creencia, sentido y cosificación
(Imagen de Tetsuya Ishida)
Por: Javier Zorrilla Eguren / Edmundo De la Torre Ugarte
Centro de Estudios Humanistas Nueva Civilización, Lima-Perú
Se suele entender a la ciencia como una actividad que interpreta y transforma el mundo a partir de la organización lógica de los datos, validada por un método de control, dentro de un paradigma determinado. En las Ciencias Sociales encontramos que, exceptuando a las posturas humanistas, lo social ha sido estudiado por analogía con paradigmas de orden físico, biológico, cultural o mental. La vida humana se concibe así compartiendo una misma estructura con los objetos físicos, las especies animales, el lenguaje, el cerebro o la computadora. Lo humano ha sido estudiado según las cosas materiales o ideales, pero cosas al fin. El resultado ha sido finalmente el mismo: se ha disuelto lo humano como si careciera de ser propio.
Veamos la génesis de la cosificación con más detalle. En el sistema mecánico, la sociedad es el análogo de un orden astronómico. Las personas, como los planetas, se relacionan por atracción o repulsión. Los fenómenos sociales se perciben como hechos localizados en un espacio externo en el que mantienen determinadas posiciones. Existen además campos de fuerza, transformaciones de la energía y entropía. El equilibrio es constante, quieto y se asocia al estado de reposo. La virtud es la obediencia al orden establecido. No se tolera la disidencia o la rebeldía. Se reprime el cambio concebido como desviación de la norma. Se pretende que el actuar humano “orbite” en torno al mismo centro, así como lo hacen todo el tiempo los planetas alrededor del sol.
La analogía biológica ofrece dos variantes. En la primera, la sociedad tiene su cerebro, su corazón, su sistema circulatorio… Los distintos órganos cooperan en la lucha por la supervivencia. El grado de cooperación mide el grado de evolución, pero, al igual que en el paradigma mecánico, se prioriza el orden y cada cual debe mantener su lugar dentro de una jerarquía esta vez orgánica. La movilidad social es mínima (el paje no puede llegar a ser rey). En la segunda variante las sociedades se conciben como las especies animales. Ahora la lucha por la supervivencia es entre individuos, grupos y pueblos. Sobrevive el más astuto o el más fuerte (el pez grande se come al chico). Se mantiene la superioridad hasta que la violencia logre cambiar un sistema de dominación por otro igualmente violento. Es un cuento de nunca acabar.
Estos paradigmas orientan tanto la actividad científica, como la acción en el mundo. Los economistas planifican la economía según el enfoque biológico o mecánico dominante en su ciencia. Si éste prioriza el mercado y el bien privado, toda la política económica se adecuará a esta orientación particularista, en tanto curso natural (mecánico) de las cosas. Lo mismo sucederá con el psicólogo social si adhiere al conductismo: tratará de domar al ser humano como se doma a un animal. Programará premios y castigos para controlar la adaptación, al margen de la voluntad de los sujetos. La política internacional y la estrategia corporativa buscarán imponer su voluntad por la superioridad competitiva, subordinando o “tragándose” a los más débiles. Por si esto falla, estarán los ejércitos siempre listos y armados hasta los dientes.
Al parecer lo que vemos afuera, se parece mucho a lo que imaginamos por dentro. El nexo entre fantasía y razón, entre mito y “realidad”, sería más estrecho de lo que parece. No aprehendemos los hechos en sí, sino solo miramos paisajes y los interpretamos de acuerdo a una particular creencia o visión[1]. ¿Acaso no hablamos del mito del progreso, con culto incluido? ¿Acaso no se estigma y repudia condenando como “heterodoxos” los modelos económicos que se apartan del paradigma oficial? ¿Y acaso no se invade, asesina y explota en nombre del dinero, considerado como un dios? Las ideas de la ciencia se pueden volver fácilmente creencias. Ambas, a su vez, pueden justificar políticas oprimentes o genocidas que tratan a los seres humanos peor que a los animales o a las cosas tan apreciadas dentro una visión materialista.
¿En qué momento una idea de ciencia puede hacerse creencia? En los momentos de fracaso. Cuando aquello de lo que no había ninguna duda y se daba por sentado, falla y se nos revela como error y/o ilusión. Ahí se experimenta un “vacío”, y para llenarlo se recurre al pensar, convirtiendo una nueva idea en creencia[2]. La vida humana se experimenta entonces como un incesante creer, hacer, fracasar, dudar, pensar, volver a creer, y volver a proyectar, y volver a hacer. En esta perspectiva existencial, la historia aparece como el intento renovado de la construcción del sentido del mundo a través de la fe en una imagen-objeto que dará dirección, proyecto, misión y destino.
Cobra relevancia entonces la pregunta por la creencia en la que se está y por la dirección que lleva en tanto imagen de orientación. El fracaso y el vacío se vuelven una oportunidad en tanto renovación de mi ser y del ser del mundo. ¿Dónde está la fuente? ¿Hay una sola, son varias? ¿Qué inspiran? ¿Con qué código traducimos sus mensajes? ¿Sobre qué creencia paramos nuestro ser? ¿En qué dirección nos lleva? Tal vez haya que prestar más atención a ese “vacío” del que emanan las formas con las que intentamos adaptarnos al cambio una y otra vez. La gracia de ello es que el aprendizaje se vuelve igualmente permanente e ilimitado. Y, de quererlo con fuerza, el sentido humano de las situaciones se descubre una y otra vez, dejando tras de sí, en unidad o contradicción, felicidad o sufrimiento, la intuición de un sentido mayor. Ese que en bondad y fraternidad reclama la configuración de un mundo definitivamente humano.
[1] “Miro no solo con el ojo sino también con el corazón… Miro a través de alegorías, signos y símbolos que no veo en el mirar pero que actúan sobre él, como no veo el ojo ni el actuar del ojo cuando miro” (Silo, Humanizar la tierra)
[2] José Ortega y Gasset: Ideas y creencias